
Hay productos que marcan a toda una generación. Si hablamos de series existen casos muy notorios, pero no todas ellas se mantienen igual de relevantes a día de hoy. Ese don solo lo tienen unas pocas que supieron estar adelantadas a su tiempo, pero también aquellas que consiguieron ocupar un rincón muy especial en el corazón de los telespectadores. Es el caso de Buffy, cazavampiros (Joss Whedon, 1997-2003) —o Buffy, de ahora en adelante—, de la que vamos a hablar con todo lujo de detalles.
El instituto no está tan lejos del infierno
En Buffy seguimos la historia de la protagonista homónima, quien es la Cazadora elegida para combatir el mal que asola el mundo. La serie tuvo un gran éxito en los noventa y llegaron a emitirse siete temporadas y, con posterioridad, a escribirse cómics que continuaban la historia. Incluso se hizo un spin-off titulado Ángel (Joss Whedon y David Greenwalt, 1999-2004) que de vez en cuando se cruzaba con la serie principal. A lo largo de tantos capítulos, el equipo de guionistas tuvo tiempo para dar rienda suelta a su creatividad, creando todo tipo de tramas para el deleite de los fans como un capítulo musical, uno mudo u otro en el que se exploraba cómo sería un Sunnydale sin Buffy.
Con dicha longitud, la serie tuvo tiempo para explorar diversos temas que ganaron en madurez y seriedad conforme avanzaban las temporadas. Buffy y sus amigos luchaban contra todo tipo de criaturas, no todas vampiros, y cada una simbolizaba un problema al que se enfrentaban los personajes en sus vidas privadas. Desde la masculinidad, la depresión o el bullying hasta la adicción a las drogas, el abanico de temáticas era amplio y aportaba un nivel de humanidad y cercanía a un argumento que podría haberse quedado en algo mucho más sencillo. Pero de entre todos estos temas fueron el subtexto queer y la representación LGTB+ los que más destacaron en la época, que marcaron a mucha gente y hacen que Buffy sea hoy más relevante que nunca.

Buffy y parte del elenco protagonista
Si algo caracteriza a los vampiros es lo ligados que han estado siempre a lo queer. Las primeras apariciones de vampiras en la literatura involucraban relaciones lésbicas (Carmilla, Sheridan Le Fanu) y el hecho de ser criaturas sobrenaturales era algo clave para garantizar una representación que pasase desapercibida en los momentos de mayor censura. Es por esto último que nació el término queer coding, el subtexto queer, y Buffy está plagada de él.
La importancia de Buffy para la visibilización LGTB+
En primer lugar, Buffy es una serie que trata sobre la identidad de su joven protagonista, a la que nadie le ha permitido elegir si quería o no ser la eterna salvadora del mundo. La lucha de Buffy no es solo contra el mal, si no contra sí misma. Pasará toda la serie preguntándose qué significa ser la Cazadora y sufriendo por ser distinta a otras chicas de su edad, inmersa en una batalla contra su propia identidad. No será hasta etapas avanzadas de la serie que conseguirá aceptar quién es y esa carga que lleva, en parte gracias al inestimable apoyo de sus leales compañeros. Mención especial merece la escena en la que Buffy se sincera con su madre, Joyce, explicándole quién es en realidad, para luego sufrir hirientes comentarios —derivados de la ignorancia— como: “¿Has probado a no ser la Cazadora?” o “Seguro que es porque no has tenido una figura paterna…”.
Por si fuese poco, la serie tuvo una de las primeras parejas de la televisión compuesta por dos mujeres. Willow y Tara, las dos brujas que nos robaron el corazón, no eran dos personajes secundarios, tenían peso en la trama y sus conflictos iban mucho más allá de su sexualidad, algo que no se puede decir de muchos personajes en productos más actuales. Su relación huía de los estereotipos que se empeñaban en asignar roles de género a las parejas del mismo sexo y ayudó a normalizar la existencia de personajes LGTB+ en las ficciones venideras. Las propias actrices recuerdan a día de hoy cómo recibían cartas de fans emocionadas por poder verse reflejadas en su historia, sintiéndose menos solas.
Además, estos personajes también fueron partícipes de algunas escenas clave para la representación del colectivo, como aquella en la que Willow le cuenta a Buffy que está enamorada de una mujer. En lugar de regodearse en el proceso de aceptación de sus amigos, el equipo de guionistas optó por que todos los personajes creasen un espacio seguro para ellas casi al instante. Una escena parecida se da cuando la familia de Tara, quien se mudó a Sunnydale para estudiar en la universidad y seguir profundizando en sus capacidades mágicas, va a visitarla y quieren llevársela a la fuerza para alejarla de la brujería, aludiendo a las terapias de conversión. Es en ese momento cuando todos sus amigos dan un paso adelante y le plantan cara a su familia, haciendo que se sienta arropada. Si los monstruos en Buffy son metáforas de diversos problemas, no es de extrañar que la magia sea aquí una representación de la orientación sexual de las dos mujeres.
Dentro del universo de Buffy todo es posible, lo sobrenatural cobra formas inusitadas y está en todos los rincones, por eso es tan sencillo que se toquen estos temas. Un ejemplo muy interesante es la villana de la quinta temporada, una poderosa diosa desterrada a la tierra y obligada a vivir en el cuerpo de un hombre. Si bien es difícil saber si los guionistas querían plasmar una alegoría de la realidad trans en pantalla, no sería extraño que hubiese sido así.
Como hemos visto, es muy sencillo extraer de la serie casos y casos de escenas, personajes o capítulos que tienen un subtexto queer. Esto es así porque Buffy subvirtió esa característica otredad tan propia de los elementos narrativos LGTB+ para convertirla en el pilar central sobre el que sustentar toda la serie. Ya no se trataba de que un personaje queer —una bruja, un vampiro, un hombre lobo— fuese diferente, ahora lo diferente era lo normativo. Esta noción se ve reflejada en el personaje de Spike, un vampiro que jugaba con el concepto de masculinidad dominante y desafiaba los roles de género, desdibujando la línea del binarismo e invitando al espectador a replantearse las estructuras sociales típicas. Del mismo modo, el concepto clásico de unidad familiar —tan ligado a la unión de un hombre y una mujer— se cuestionaba, mostrando en primer lugar la vida de Buffy con su madre soltera y, en segundo, sus vínculos afectivos con todos sus amigos y amigas, la familia que ella había elegido.
La representación LGTB+ es importante y Buffy le abrió sus puertas a muchas personas que se sentían aisladas, avergonzadas y culpables por ser quienes eran, y que encontraron en la serie un remanso de aceptación, visibilización y empoderamiento. Derribó barreras y tendió puentes que serían cruzados por las ficciones venideras, mostrando en pantalla los conflictos reales a los que se enfrentan las personas queer y convirtiéndose en un símbolo de esperanza. Y si bien no es oro todo lo que reluce, debemos reconocer su importancia a la hora de colocar la primera piedra en un camino del que aún queda mucho por construir.
Puedes ver Buffy, cazavampiros en Disney+.