
Después de dos años dando tumbos en el calendario de estrenos, Malnazidos (Javier Ruiz Caldera y Alberto del Toro) encontró en la pasada semana su viernes ideal. Una película, de pies a cabeza, difícil de colocar: el rarito de la clase que pocas veces ha tenido su momento de gloria en nuestro cine. ¿Estaría en el montón de acción y aventuras de Mediaset, o en el de las comedias? Flaco favor nos hacemos si pensamos que es necesario colocar a las películas en cajones, pero reflexionar sobre esto y, especialmente, sobre el papel que ha jugado en su estrategia de marketing, me ha resultado bastante divertido.
Malnazidos no es una comedia
Todos sabemos que Malnazidos es una película de acción y zombies, pero al menos un servidor se sentó en la sala del cine esperando ver también una comedia. ¿Por qué? La prensa de la película ha hecho lo posible por evitar esa palabra, como si estuviese maldita. No la verás en ninguna ficha o en los dossiers que han distribuido, e incluso en las entrevistas de Ruiz Caldera y Alberto del Toro destaca su especial interés en dejar claro que Malnazidos no es una comedia.

Fotograma de Malnazidos
Tal vez no quisieran huir tanto de la comedia en sí como de la parodia, de esa sensación absurda de que en España no se pueden hacer proyectos como este tomándote en serio a la película y a ti mismo. ¿De verdad seguimos teniendo ese complejo?
Malnazidos no es una comedia: es una aventura. Los zombies dan miedo, no risa; los conflictos, tensión, no comedia; y los personajes están más cerca de inspirar admiración que pena. El humor, como bien resaltan sus directores, no sale de las premisas sino de las interacciones entre los personajes, son diálogos con gracia para oxigenar situaciones muy jodidas. En busca del arca perdida (Spielberg, 1981) tiene magníficos chistes y frases peliculeras entre golpe y golpe, pero nadie diría que es una comedia. Por tanto, ¿es cosa mía, que creí que una película como esta solo se podría hacer en España en tono paródico?
No es por echar balones fuera, pero…
Malnazidos sí es una comedia
Pese a todo, lo que me habían vendido sí era una comedia. Y para entender por qué, más allá de la trayectoria de su reparto o incluso del propio título, nada mejor que echarle un segundo ojo al trailer.
Las primeras imágenes nos presentan una situación tensa, aterradora e incómoda. Es una película de miedo. Pero rápidamente —y a ser posible antes de que el público mayoritario al que Mediaset quiere atraer deje de prestar atención— el trailer pega un volantazo hacia un lugar totalmente distinto. A ritmo de Los Ramones entramos en una película divertida, ligera y cómoda. Hay violencia, sí, pero de alguna manera apta para la mayoría, lejos del nicho. Y no solo es el ritmo, sino los chistes que se intercalan entre disparos y, sobre todo: ¿cuál es el gancho final que nos debe dejar con la sensación de la película una vez acaba el trailer? Más comedia.
Y para los más curiosos, os recomiendo fervientemente compararlo con el trailer de otra película de acción, zombies y laboratorios nazis que, salvando las distancias, es difícil que no nos venga a la cabeza: Overlord. Es interesante ver un trailer con una estructura idéntica, donde las primeras imágenes también buscan incomodarnos para después cambiar de tono a ritmo de rock and roll. Pero aquí no hay cabida para chistes (mucho menos de humor blanco) ni el gancho final es otro gag, sino terror en el más puro de los estados.
Pero, ¿Malnazidos es una comedia o no?

Fotograma de Malnazidos
Ahora sí, independientemente de la confusa estrategia de venta que hayan podido llevar, ¿cómo es la película? Las primeras escenas, que bien podrían funcionar como sketches (y bastante buenos, además) hablan por sí solas. El pueblo al que le entra la risa ante la amenaza Nazi porque un general no aguanta su aguardiente, el soldado nacional que no se toma en serio su propia fusilación… Esto sí son amenazas que dan risa, conflictos cómicos y personajes patéticos. Esto sí es comedia.
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Pero a medida que avanza la película, y uno ya la ha metido indudablemente en el cajón de las comedias, algo empieza a extrañar. A mitad de metraje vemos que ya no hay tantos chistes como antes, los conflictos no dan comedia y las únicas risas que nos intentan sacar no son tanto gags como comentarios oportunos que oxigenan un tono cargado de tensión. ¿Qué ha ocurrido? De pronto no estamos en Zombies Party (Edgar Wright, 2004) sino en La Jungla de Cristal (John McTiernan, 1988).
La pista nos la dan los directores en una de sus entrevistas, donde comentaban cómo Mediaset les “invitaba”, seguro que sin presión ninguna, a añadir comedia en sus diálogos. En ese momento entra en el proyecto el genial Diego San José para hacer esa labor tan peculiar, escabrosa y divertida que aún persiste de añadir chistes a un guion ya escrito. ¿Por qué añadir comedia a aquello que, tal vez, no la necesita?
Una especie de luz al final de un túnel de miedicas

Fotograma de Malnazidos
Toda esta confusión con la comedia, y es a donde quiero llegar, se guía bajo la misma ley que reina en nuestra industria, que lejos de ser la ambición de arriesgar y encontrar lugares inexplorados, es la ley del miedo al fracaso y a perder la inversión. Algo difícil de reprochar: pocas producciones españolas pueden permitirse un presupuesto de 6 millones de euros como para que encima no tengan pánico a estrellarse contra el suelo, con lo fácil que a veces resulta.
Tal vez una película sobre zombies y experimentos nazis parta de referentes indudables del cine de serie B y películas con un nicho tan definido como reducido. Por tanto, no es de extrañar que intenten aumentar el target con una comedia y un tono amablemente reconciliadores. Más aún con un proyecto pensado para unas salas que no pasan por sus mejores momentos y frente a carteleras americanas de dimensiones titánicas. Sí, podrían haber vendido la película de aventuras —que también es—, esa que tanto les parecía interesar a Ruiz Caldera y Alberto del Toro, y competir con un Uncharted (Ruben Fleischer, 2022) que tiene a sus espaldas un presupuesto 20 veces mayor (unos 120 millones de dólares). Tal vez, no era la mejor idea.
El resultado, en cualquier caso y para no desvariar más, es un acierto rotundo y aplastante. Primero, por conseguir una película divertidísima, que derrocha talento, acelera el pulso y en la que desearías quedarte mil horas más. Y segundo, porque es un paso de gigante en nuestro cine hacia un mundo de historias infinitamente más rico, donde los raritos de la clase se puedan lucir y tengan esos momentos de gloria tan difíciles de conquistar.
Bravo!!!