
En la sección competitiva Penínsulas del Festival Curtocircuito se proyectan cortometrajes españoles. Desde ficciones tradicionales a cine experimental, ensayos fílmicos y documentales, Penínsulas nos trae lo más destacado del cine de autor español reciente. Estos son los cortometrajes que más nos han gustado.
Zehn Minuten vor Mitternatch (Mario Sanz, 2022)

«Diez minutos para medianoche y será la última vez que nos veamos»
¿Quién es Pascal? ¿Por qué ha dejado la compañía de teatro? ¿Quién es ese chico que se muerde las uñas mientras espera a que empiece el espectáculo? Son algunas de las preguntas que nos hacemos al ver Zehn Minuten vor Mitternatch (“Diez minutos para la medianoche”). El cortometraje de Mario Sanz es como un puzzle en el que las piezas, de imagen y de sonido —casi siempre por separado— construyen un relato misterioso, por momentos angustioso y, finalmente, liberador.
La quimera de Yemayá (Irene Sesé, 2022)

«-¿Por qué está prohibido ver?
-Está prohibido mirar.»
La quimera de Yemayá es cine sensorial, del que vale la pena ver en una sala de cine —o, aún mejor, en el Teatro Principal de Santiago—. El calor traspasa la pantalla gracias a la saturación de la imagen. El sudor casi se puede tocar y los planos subacuáticos, en los que prácticamente se para el tiempo, nos llevan a un lugar de calma. La luz, el mar y el día que termina con el sol poniéndose a lo lejos nos transportan a un lugar mágico al que queremos viajar y sumergirnos junto a ese niño con gafas de buceo.
It’s Just a Burning Memory (Mario Alejandro Arias, 2022)

«El domingo pasado encontré una carta. Era una invitación a un funeral»
La memoria de una vida pasada llega a través del recuerdo de una persona. «Discúlpame si me distraigo, estos recuerdos han estado olvidados durante mucho tiempo», dice el narrador tras liberar en su mente las experiencias que vivió en Quito 30 años atrás. Su voz y su historia atrapan, agarran fuerte y no sueltan. It’s Just a Burning Memory es un relato para disfrutar, cerrar los ojos e intentar recordar para acabar dándose cuenta de cómo los rostros de los amores del pasado comienzan a difuminarse con el tiempo.
The Floating World (Fernando Souza, Pablo Curto, 2022)

«Es como Mickey Mouse: no existe, pero si vas a Disneyland la gente piensa que Mickey Mouse es real»
La sociedad japonesa es tan singular que el cine que la retrata siempre resulta revelador. En este caso, el relato proviene de un lugar inquietante. En el barrio rojo de Tokio, Ryuki, el protagonista de The Floating World, trabaja como host en un local en el que mujeres pagan por entrar a buscar un novio. Ryuki nos cuenta cómo, a pesar de venir de una familia rica, acabó allí. Y nos lleva por el mundo de la noche en Japón y los host locals, donde quiere quedarse, quizá porque es el único lugar donde puede ser él mismo.
Cosas que no van a morir (Manuela Gutiérrez, 2022)

«Me da miedo porque solo soy capaz de recordarme a mí misma frente al ordenador. Pero soy incapaz de recordar lo que sentí»
Lo que está en internet no va a morir. Así que los vídeos que subió Manuela con once años a Youtube seguirán ahí. Cosas que no van a morir es un salto al vacío en el que la directora regresa a eso a lo que tanto nos cuesta regresar: nuestro pasado en forma de vídeos en internet. Pero no lo hace desde la vergüenza —insiste en que no la siente— sino desde la preocupación, la compasión y la reflexión sobre cómo lo que vivimos en la infancia y la adolescencia tiene un impacto en quién somos hoy.