
La primera temporada de El Señor de los Anillos: los Anillos de Poder (McKay y Payne, 2022-) ha pasado por nuestras casas como la erupción del Monte del Destino: con mucho estilo pero dejando a los fans divididos y conmocionados, y marcando un punto de no retorno. La despedimos el pasado viernes y aún no hemos podido quitarnos las cenizas de encima. Hoy analizamos las fortalezas y las debilidades de la serie de televisión más cara de la historia. ¡Sin spoilers!
La magnificencia y sus lagunas
El presupuesto no es lo único enorme en Los Anillos de Poder. Desde su nombre hasta la espectacularidad de sus entornos, pasando por el más que notable trabajo de efectos especiales, todo en esta serie parece grandioso. Sin duda, ha cumplido con el reto de reintroducirnos en el universo de Tolkien y presentar los nuevos reinos y conflictos que depara la Segunda Edad. Visualmente impecable (con una dirección como mínimo satisfactoria), las grandes hazañas vienen de la mano del arte, la música y la fotografía. El diseño y el ambiente de la isla de Númenor, del reino de Khazad-Dûm o del siempre errante campamento de los pelosos, así como la caracterización de sus gentes, ha hecho de las razas y sus hogares algo memorable.

Númenor en Los Anillos de Poder
Pero esta ambición está peor llevada en lo que a narrativa se refiere. La idea de un universo inmenso se ha querido completar con una larga lista de personajes repartidos por la geografía tolkieniana en diversas tramas cuya confluencia no termina de funcionar.
Todos los personajes tienen conflictos bien definidos y potencial para ser interesantes, pero necesitamos demasiados capítulos para implicarnos emocionalmente con ellos. Aunque quizá no se debe tanto al escaso tiempo en pantalla, como a cómo está aprovechado (mención especial, sin embargo, al trío formado por Elrond, Durin y Disa, que tienen tanta química entre ellos como con el espectador). A su vez, las tramas se perciben algo desconectadas. La sensación no es la de un mundo en el que están pasando muchas cosas hacia una misma dirección (como sí lograba la trilogía de Jackson), sino la de varias historias que acabarán uniéndose con cierta torpeza. Y a pesar de que algunas nos ganan con facilidad, no todas funcionan por separado y se acaban convirtiendo en un peligro que puede llegar a lastrar a las demás.
¿Qué es lo importante?

Durin y los elfos en Los Anillos de Poder
No es fácil construir una historia sólida con tantos elementos, pero seguramente el equilibrio e interés de las tramas se habría visto favorecido si se le hubiera prestado más atención a qué es lo verdaderamente importante. Por el contrario, nos encontramos aquí y allá con escenas de relleno que, atractivas o no, no tienen consecuencias reales en la psique de los personajes o en el devenir de los acontecimientos. O, peor, con tramas que dan vueltas sobre sí mismas hasta resultar repetitivas (¿Cuántas veces debate Durin con su padre por el mithril? ¿Cuántas se toma y se pone en duda la decisión de Númenor de viajar a las Tierras del Sur?).
Y, sin embargo, movimientos que necesitarían más calma o preparación (la llegada de los numenoreanos a la batalla, la manipulación de Halbrand en Eregion…) se sienten acelerados, recordando a las últimas temporadas de Juego de tronos (Benioff y Weiss, 2011-2019). Esto tiene otra consecuencia y es que ni las grandes revelaciones de fin de temporada ni los momentos épicos están suficientemente preparados para que causen el impacto que deberían.

Los tres anillos de los elfos en Los Anillos de Poder
Los showrunners quisieron truncar nuestras expectativas, desligándose de la historia y los nombres originales para, entre otras cosas, plantear un juego con las identidades de dos personajes. Pero aunque la conversación funcionó en redes, el descuido del artificio en el propio guión acabó con dos revelaciones obvias y decepcionantes. Así mismo, y mucho más importante, las escenas épicas pierden la fuerza que sí le otorgan la música, los efectos o la puesta en escena por no estar del todo anticipadas a nivel emocional o por ausencia de lógica interna en el guion.
Quizá es por eso que, pese a la magnificencia que ostenta la serie, los mejores momentos no son los grandes acontecimientos o las heroicidades. Este puesto se lo ganan las escenas más sencillas de diálogo, que no han hecho más que mejorar, empezando por las charlas entre Durin y Elrond y siguiendo con Galadriel y Halbrand o el enfrentamiento verbal entre la elfa y Adar.
A la sombra de Tolkien y Jackson

¿Son Nori y Poppy una réplica de Frodo y Sam?
No voy a juzgar aquí la fidelidad de Los Anillos de Poder al original de Tolkien, aunque se confirma la advertencia de que no adapta, sino que se inspira en sus textos. Sin embargo, es obvio que, por mucho que no se haya proclamado como una precuela de las películas de Peter Jackson ni una adaptación directa de los libros, la serie recoge un legado indudable de todo lo que ha venido antes. Un legado del que es imposible deshacerse.
Quizá por eso, pese a que abandonaban a propósito el camino marcado por Tolkien para contar su propia historia, los showrunners no han querido arriesgarse a soltarlo del todo. En su defecto, han optado por replicar fórmulas o relaciones que ya habían funcionado antes (la ternura entre Gandalf y Frodo, Gimli y Legolas como alivio cómico…), o hacer guiños vacíos a las películas. ¿Realmente era necesaria la trama de los pelosos, la más floja y desconectada, que no es sino la mera introducción de un personaje y el aporte “adorable” a la serie?
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Precisamente uno de los aspectos en los que sí se han atrevido a volar solos (más allá del argumento) es donde la serie ha brillado especialmente. La Tierra Media de Los Anillos de Poder sigue manteniendo la pureza del clásico enfrentamiento entre el bien y el mal. Pero aunque la luz y la oscuridad no se diluyan, muy pocos personajes están claramente asentados en un lado o en otro. Y eso es algo que apenas habíamos podido saborear antes.
En Los Anillos de Poder hay maldad y bondad en todos los rincones, y decantarse por uno u otro es un conflicto que tienen en común varios personajes. Galadriel coquetea con la oscuridad por venganza, los elfos manipulan a Elrond, Sauron no tiene tan negras intenciones y Adar ofrece la cara humana de los orcos que nunca antes habíamos visto. Se presupone que los grises no vienen para quedarse, sino para aclararse u oscurecerse con el paso de las temporadas, pero aún así este refrescante enfoque es más que bienvenido.

Galadriel y Halbrand en Los Anillos de Poder
Sí, la serie tiene mucho margen de mejora, pero lo cierto es que entretiene, maravilla y, creo, sí conserva los códigos que hacen a Tolkien, Tolkien. Ha reunido suficientes méritos propios y tiene el talento necesario en el equipo técnico y artístico como para poder corregir, con un buen trabajo de guion, los errores cometidos esta primera temporada. A pesar de mis reservas, admito que estoy más esperanzada de cara a las próximas entregas que decepcionada. En esto lamento mi subjetividad, para mí siempre es agradable tener la Tierra Media en pantalla.
¿Dónde puedes ver esta serie?
La primera temporada de Los Anillos de Poder está disponible en Prime Video.
Buenísimo análisis. Coincido contigo. Aunque el cine fantástico no es mi preferido, siempre me enganchó El Sr. De los anillos, en parte influenciada por mi familia, y esta no. Pero he de subrayar la maravillosa puesta en escena.
Un saludo.