
Un niño rosa con sombrero de brujo se mete en un simulador y viaja a mundos variopintos, donde graba podcast sobre drogas, muerte, religión, espiritualidad, magia, etc. ¿Es algo que he soñado borracho en el sofá de un after de mala muerte? Efectivamente, pero resulta que también es una serie de Netflix.
The Midnight Gospel (Pendleton Ward, Duncan Trussell, 2020), conocida también como El evangelio de medianoche en algunos países de habla hispana, es una serie de animación para adultos estrenada en Netflix. Las mentes detrás de este evangelio delirante son Pendleton Ward, creador de la mítica Hora de aventuras, y el comediante Duncan Trussell. El concepto de la serie nace a partir de The Duncan Trussel Family Hour, un maravilloso y recomendadísimo podcast presentado por el co-creador en el cual realiza un sinfín de entrevistas que exploran todos los temas de interés para el comediante, desde el humor hasta la iluminación espiritual.
Aviso: A partir de aquí hay spoilers.

Fotograma de The Midnight Gospel (Netflix)
La serie sigue a Clancy Gilroy, un despreocupado joven que quiere conseguir fama a través de la realización de spacecasts, podcast que se retransmiten en todo el espacio. Para ello, ha huido de casa con un dinero prestado por su hermana y se ha mudado a una dimensión surrealista conocida como El lazo cromático, donde ha adquirido una vieja caravana y un biosimulador de mundos. En cada episodio, Clancy selecciona un avatar distinto y se introduce en su simulador, que lo lleva al planeta elegido en el ordenador. Allí entrevista a un personaje autóctono para su spacecast, mientras recorren un mundo al borde del colapso.
El guion de la serie está compuesto por fragmentos de audio extraído directamente de The Duncan Trussel Family Hour, unidos en una trama horizontal que se cuece a fuego lento durante los 8 episodios. A la charla original se suma un loco y colorido espectáculo visual que la contextualiza y que hace las delicias de cualquier amante de la psicodelia: Clancy habla sobre la legalización de la marihuana con el presidente de los Estados Unidos en mitad de un apocalipsis zombie, comparte impresiones sobre Dios y la muerte con un perro-ciervo mientras son llevados a una trituradora en un planeta controlado por parásitos con forma de payaso, explora la magia ceremonial con un pez pirata en un barco lleno de gatitos, etc.
La combinación resulta en un maravilloso viaje astral desde el salón de tu casa, que quizá se torna algo confuso por momentos. Como única objeción, es posible que la combinación de una conversación profunda y un circo de tres pistas visual resulte un poco abrumadora por momentos. Pese a su corta duración (la serie cuenta con un total de dos horas y cuarenta minutos), considero que no es un producto dado al consumo de maratón al que tan acostumbrados nos tienen las plataformas de la nueva era audiovisual. Al igual que ocurre con la lectura de un evangelio, The Midnight Gospel pide una visualización lenta y pausada, permitiéndote un tiempo de reflexión para procesar aquello que se ha explorado en cada entrega.

Fotograma de The Midnight Gospel (Netflix)
En su camino hacia la iluminación y el intercambio de experiencias con estas variopintas inteligencias simuladas, descubrimos que el protagonista se refugia en su spacecast para huir de un hecho traumático que le ha ocurrido recientemente. Clancy entra por última vez en su biosimulador para ofrecernos una entrevista íntima con su madre, que ha muerto recientemente de un cáncer de mama metastásico. Durante todo el capítulo, aderezado con imágenes de muerte, renacimiento, evolución y ositos amorosos en bata de científico, es imposible no pararse a pensar en cómo esta serie trasciende el mero relato, cómo lo que estamos escuchando no es una ficción locutada por dos actores en una sala de doblaje.
Estamos asistiendo a una conversación real que Duncan Trussel ha querido compartir con nosotros. Escuchamos a una madre y su hijo teniendo una de sus últimas charlas, en la que se nos muestra la tranquilidad y la solemnidad con la que ella acepta su muerte y ayuda a su hijo a lidiar con una pérdida que llegará más pronto que tarde. La madre de Duncan/Clancy parece convertirse por momentos en la madre de la audiencia, y nos habla sobre la naturaleza cambiante del Todo del que formamos parte, el sinsentido de aferrarse y la necesidad de llorar, y a todos los usuarios de Netflix se nos mete algo en el ojo.
La serie cayó sobre mí como agua de mayo, tanto que me cuesta tratarla de forma imparcial. Por eso mismo no estoy seguro de si Clancy es un personaje con el que sea fácil identificarse, pero yo me identifico con él a bastantes niveles. Al igual que él, yo también he sentido curiosidad por los intentos previos de entender la existencia y he ojeado todos los paradigmas orientales y occidentales que se me puedan ocurrir, desenvolviendo relatos de trascendencia y sentido del ser como un niño el día de Reyes. Los temas tratados en los spacecast me son familiares, y puedo ir con ellos de la mano mientras asisto al delirante espectáculo de fuegos artificiales que los acompañan y que, aunque disonante, los complementan y contextualizan.
Por norma general, no estamos acostumbrados a consumir una animación corta que luego nos obligue a sentarnos a reflexionar sobre nuestra relación personal con la muerte o la idea de una existencia separada en la que la ilusión de la individualidad es la fuente de todo sufrimiento, y esto es algo que The Midnight Gospel hace con una maestría intimista que entra en ti con desenfado para calarte los huesos.

Fotograma de The Midnight Gospel
The Midnight Gospel es un rara avis de la animación, uno de esos conceptos locos y fascinantes que, por lo general, están destinados a coger polvo en la pila de descartes de un despacho, hasta que los planetas se alinean y la serie baja del mundo de las ideas como un mesías que nos evangeliza sobre lo que puede abarcar la ficción audiovisual contemporánea. Toma la forma de un bebé colorido que toca el hombro de los jóvenes creadores y nos dice “Ey, que yo también soy posible”. The Midnight Gospel no ha terminado de confirmarme si existe vida después de la muerte física, pero me ha dejado claro que existe vida más allá de la tele convencional.