
El cine es, más que un buen medio para la danza, un gran compañero. La danza en pantalla renuncia a la fugacidad que la hace una experiencia irrepetible, es cierto, pero el lenguaje cinematográfico se suma a sus formas expresivas para enriquecer o incluso resignificar la coreografía. La capacidad del cine para manipular el tiempo y el espacio puede llevar a la danza a lugares donde las leyes físicas no le permiten llegar. Y, lo que es más especial: la cámara puede convertirse en un bailarín más y arrastrar con ella al espectador, que deja de tener una visión estática para ser parte del baile.
Es mejor verlo que leerlo, así que aquí tienes 6 películas sobre 6 estilos de danza diferentes:
Ballet: Billy Elliot (Stephen Daldry, 2000)
Encontrar aquí esta película no le sorprenderá a nadie, pero es que si todos pensamos en ella, es por algo. Billy Elliot se asoma a los principios de todo, al ballet sin elegancia ni técnica pero con ilusión y potencial de un grupo de niños con las rodillas demasiado dobladas y la postura demasiado descuidada, pero que cada día se caen un poco menos haciendo piruetas.
En un pueblo minero de la Inglaterra del 84, desde la inocencia y la cabezonería de Billy, el ballet se abre paso entre el machismo y los estereotipos de género, pero también en un contexto de pobreza, lucha obrera y violencia donde el arte y la infancia misma lo tienen tan difícil para prosperar.
Danza contemporánea: Suspiria (2018)
El remake de la Suspiria de Dario Argento (1977) eligió sabiamente el baile contemporáneo para contar su historia de terror. Este estilo parte de la danza clásica pero se desprende de su disciplina buscando la total libertad de movimiento y expresión corporal, de la misma forma que las bailarinas de la prestigiosa escuela de Madame Blanc de Berlín se liberan también de las leyes naturales y morales. Con ese lado oscuro de la creación artística tiene que aprender a lidiar Susie, que ingresa en la escuela a finales de los 70. Entre brujería e imágenes de hipnótica visceralidad, Suspiria demuestra que la danza no tiene por qué ser bonita y puede dar mucho miedo, sin dejar de ser fascinante.
Flamenco: Bodas de sangre (Carlos Saura, 1981)
Carlos Saura llevó al cine el espectáculo de danza flamenca de Antonio Gades, que adapta a su vez la tragedia de Lorca. Pero nunca sacó a los bailarines de su sala de ensayo. No hay decorado ni paisajes, no hay casi diálogos, no hay diseño de iluminación... Así, consiguió recoger, en lo que llamó «un documento sobre la creación», la obra al desnudo, las costuras que no se ven sobre los escenarios. No perdió por ello ni una gota de la intensidad dramática y emocional que desprende el texto de Lorca y que tan bien transmiten con acento andaluz el cuerpo de baile y la música y cante flamencos.
Danza urbana: Beat Street (Stan Lathan, 1984)
Su naturalidad y autenticidad para mostrar cómo se desenvolvía la generación de los 80 en el entorno urbano del hip-hop la convirtió en una película de culto. Beat Street sigue a un grupo de adolescentes del sur del Bronx que intenta hacerse un hueco y ganarse la vida en distintas disciplinas de la cultura hip-hop, entre ellas el breakdance. Artistas reales de la época se asoman a cámara en esta película en la que la danza urbana toma las calles de un Nueva York perfectamente documentado.
Folclórica: Solo nos queda bailar (Levan Akin, 2019)
De entre todo el abanico de danzas populares, Solo nos queda bailar nos descubrió la danza georgiana y nos cautivó con ella y con su joven protagonista. Merab desafía la represión y los marcados roles de género de su entorno cuando su nuevo rival en la Compañía Nacional de Georgia, Irakli, despierta en él un sentimiento prohibido y las ganas de ser libre. La película usa el marco de una danza asociada a una masculinidad hiperexpresiva y hegemónica para contar con autenticidad, belleza y emotividad la historia de amor de dos hombres que rompen, precisamente, con lo tradicional.
Bailes de salón: ¿Bailamos? (Peter Chelsom, 2004)
Como un baile despreocupado y alegre, de los que animan el alma, esta sencilla e imperfecta comedia romántica sin pretensiones nos ha sacado una sonrisa a muchos. Por casualidad —y a escondidas de su familia—, John encuentra en los bailes de salón la dicha que le faltaba a su gris monotonía, la solución a sus problemas e incluso alguna parte perdida de sí mismo. Si ya la has pillado en la tele alguna de las mil veces que la han repuesto, a lo mejor te apetece ver la versión original de la película, Shall We Dance? (Masayuki Suo, 1996).
Y si después de estas tienes ganas de más, quizá quieras revisitar las clásicas Footlose (Herbert Ross, 1984) y Fama (Alan Parker, 1980), o entrar en el drama y la obsesión de Las zapatillas rojas (Michael Powell y Emeric Pressburger, 1948) y Cisne negro (Darren Aronofsky). O, si no, siempre puedes apuntarte a clases de baile.
¿Dónde puedes verlas?
Billy Elliot (Movistar+), Suspiria (Prime Video), Bodas de sangre (FlixOlé), Solo nos queda bailar (Filmin, HBO Max).